Cuando suena el zanpantzar, algo se mueve dentro y fuera del paisaje y del paisanaje. Ya sean de casa o de fuera, el personal se queda clavado, envuelto en el sonido de los cencerros y absorto por el licor bravo de las vestimentas rústicas de los elementos (ioaldunak) del grupo zanpantzar: abarcas, gruesas pieles de oveja, calcetines gordos de lana, cueros y cordeles, capirotes con cintas de colores: blanco, verde y rojo, hisopos de cola de caballo, pañuelos al cuello de colores azul y blanco, buenos riñones y rollizos mofletes. Los ancestros pisotean con sus pasos firmes. Los ioaldunak anunciaban la llegada del carnaval, pero ahora anuncian cualquier evento popular, reivindicación o festejo. Los ancestros gritan desde las tripas de la tierra y las hayas tiemblan a su paso, los robles se agitan desde la raíz, los campanarios palpitan trémulos, las aguas y las estrellas centellean, los pájaros vibran, los espíritus libres se estremecen con fuerte escalofrío. La llamada virgen de la tierra, de nuestra tierra, de esa tierraeuskaldun, navarra por antonomasia. Rústicos, elementales, sabios por viejos, y vareados con todas las varas de la historia, ahí están, vivos, tan vivos que hacen temblar los fundamentos, el suelo y las aguas subterráneas. Ongi etorriak ioaldunak. Bienvenido zanpantzar.